La milpa es un universo y sus planetas son el maíz, lo que de ellos se deriva. Esta es la tercera palabra elegida para la Milpa Gráfica, la que da sustento a la idea principal del proyecto. Este sistema de cultivo mesoamericano, en el que cada eslabón importa, es pasado pero sobre todo, es presente y futuro que es posible gracias a las familias campesinas.
Milpa significa “lo que se siembra encima de la parcela” y su nombre proviene de dos vocablos en náhuatl: milli, que significa “parcela sembrada”; y pan, que quiere decir “encima”. Permite la diversidad, el cuidado del ambiente y la estabilidad ecológica, así como la autonomía alimentaria.
Se suele repetir que las plantas que integran a las milpas son maíz, frijol y calabaza, conocidas como la “tríada mesoamericana”, pero decir que es un trío se queda demasiado corto a lo que coexisten en ellas ya que chiles, quelites, miltomates, jitomates y demás solanáceas, flores comestibles, frutas, insectos, plantas medicinales y animales cohabitan entre sí, en diferentes momentos del año.
Las milpas se diferencian según su entorno ecológico y saberes culturales; en cada región se tienen cultivos locales, por lo que se respeta la temporada y condiciones naturales de cada terruño. Las personas las adaptan a sus necesidades, culturas, saberes y tradiciones. La milpa maya es diferente a la rarámuri y esta a su vez, se distingue de la mazahua y un largo etcétera porque las muchas milpas tienen que ver con lo que las personas transforman, nombran, utilizan, recuerdan y hasta ofrendan.
Por, ejemplo en los agrosistemas de la zona mazahua los maíces nativos más comunes son el cónico, en sus variedades azul, rojo –que llaman “Sangre de Cristo”-, blanco y amarillo. Asimismo, hay cacahuacintle y palomero hacia San José del Rincón. Y sus cultivos asociados son habas, calabazas, jitomates, tomates, cempasúchil, frijoles, chilacayotas, avena, además de flores y plantas arvenses, como chivitos, cenizos, quintoniles, lengua de vaca, explica la investigadora Rocío Albino.
María Moen Yah, originaria del municipio de Tixméhua, dice que la milpa maya se relaciona con cultivos como el ibe, o frijol tierno que en otros lugares recibe el nombre de “frijol lima”, y con el x´pelón, otro frijol pequeño que es importante para Día de Muertos. También las abejas meliponas son parte de estas relaciones simbióticas.
Junto con el monte, el solar constituye el otro espacio productivo y reproductivo de los campesinos mayas. El primero es un espacio abierto, el solar es cerrado, íntimo y familiar, se lee en “La milpa de los mayas. La agricultura de los mayas prehispánicos y actuales en el noroeste de Yucatán” de Silvia Terán y Christian Rasmussen.
Otro ejemplo es el metepantle, también conocido como melga. Este concepto está formado por los vocablos en náhuatl “metl”, maguey o agave, y “pantli”, bandera o división, y es una práctica ancestral vigente, que hace referencia al cultivo de maguey pulquero en hileras perpendiculares a la pendiente del terreno que es habitual en el Altiplano central del país y que familias como los Sánchez Islas preservan.
Como señala el etnobiólogo Alejandro de Ávila, la milpa es un sistema de policultivo, es decir que hay más cosechas múltiples en una sola superficie. Este investigador enfatiza que el balance ecológico de los ecosistemas en los que se cultivaban milpas de manera tradicional está siendo afectado por el monocultivo, ese proceso inverso, promovido por la occidentalización y las grandes industrias.
La milpa es una vez y media más productiva que un campo de maíz mejorado en monocultivo, según explican Edelmira Linares y Robert Bye del Instituto de Biología de la Universidad Nacional de México, por lo que la conservación de las mismas es vital.
La ritualidad asociada a la milpa es muestra de que su simbolismo es parte de un mismo ciclo indisoluble, lo alimentario también se sustenta por las creencias y la religiosidad, explica la antropóloga Alicia Juárez, quien tiene extensas investigaciones sobre las entidades en los especialistas meteorológicos en el Altiplano central.
Por ejemplo, los ahuizotes en Xalatlaco, Estado de México, son las personas que reciben el don divino de proteger a las milpas de los fenómenos meteorológicos gracias al recibimiento “por rayo”, como señala en su tesis de doctorado al respecto del oficio de observar y controlar el tiempo.
En el artículo de Cristina Hernández “¿Qué relación hay entre el cuerpo humano y la milpa entre los mè’phàà (tlapanecos)” del libro “Respuestas acerca del maíz. La voz de 72 autores” se lee esto:
“Los xàbò mè’phàà (la gente mè’phàà) dicen que el maíz tiene su deidad, Ahkun ixí. Esta deidad hace que la milpa dé mejor maíz, mejor elote, mejor milpa. Muchas personas tienen a esta deidad en sus casas, cada año ellos saben cuándo le tienen que hablar, pedirle, hablarle para que no haga falta la comida en la casa, independientemente que esas personas tengan qué comer, pues así no les hace falta el maíz. Ahkun ixí cuida el maíz, por eso se le tiene que hacer esta, se le tiene que dar sangre, se le tiene que dar velas en su cara, hablarle, darle humo. Si no está, todo es tristeza y sufrimiento porque no hay nada, sólo hambre.”
Y así podemos seguir dando ejemplos del peso que tienen las milpas. La pieza de Lapiztola en la Milpa Gráfica retrata este entramado milpero a la perfección: sus raíces son parte de la corporalidad, del imaginario, de las raíces más profundas que trascienden. Una niña como analogía del futuro y la tierra. Somos de milpas, somos de maíces.
Algunos datos arqueológicos relevantes
El registro arqueológico es bastante parcial respecto a la historia del consumo y la domesticación de las plantas mesoamericanas, indica el artículo de investigación “Los orígenes prehispánicos de una tradición alimentaria en la cuenca de México” de Emily McClung, Diana Martínez, Emilio Ibarra y Carmen Adriano.
Les autores dicen que, a través del tiempo, se ha obtenido información de excavaciones realizadas en distintas áreas pero, y ojo aquí, “realmente no se tiene una idea muy clara de dónde, cuándo o cómo se inició el proceso de domesticación”. En el caso de algunas plantas este proceso pudo haberse repetido varias veces de manera independiente. Esto último debe tomarse en cuenta para que dejemos el nacionalismo de lado cuando de orígenes de los alimentos se trata.
Evidencias relacionadas con la milpa en territorio mexicano:
- Los ejemplares macrobotánicos más antiguos de maíz aparecieron en los registros arqueológicos de la cueva de Guilá Naquitz en Oaxaca (ca. 6,300 años calibrados AP), seguidos por los del valle de Tehuacán (ca. 5,000 años calibrados AP).
- La evidencia macrobotánica más antigua del frijol común (Phaseolus vulgaris) proviene de los valles de Tehuacán (2,285 calibrados AP) y Oaxaca (2098 calibrados AP).
- La calabaza (Cucurbita pepo) ha sido identificada en Oaxaca ca. 8000 aC, en Tamaulipas ca. 7000 aC, en Tehuacán ca. 5000 aC y en Zohapilco ca. 3000 aC.
- Los primeros restos fechados de chile (Capsicum) pertenecen al valle de Tehuacán (silvestre ca. 6500 aC y domesticado ca. 4000 aC).
Sobre el colectivo
Lapiztola se formó como colectivo en 2006. En esta época se generó una revuelta política en Oaxaca y el levantamiento dio pie para armar un movimiento de gráfica social en la ciudad, donde propios y extraños aportaban obra callejera.
Definen como Gráfica urbana sus intervenciones ya que buscan lograr un diálogo visual con la sociedad, usando como soporte técnico la mayoría de veces el esténcil y la serigrafía creando módulos o tapices impresos para después, si es posible, intervenirlos con esténcil y que la imagen de un carácter personal a un espacio.
Su trabajo les ha llevado a bienal de la habana en Cuba con “El maíz es nuestra vida”; a la Universidad de Michigan con “Por la sangre derramada”; al Mission Cultural Center en San Francisco, California con “Más de 50.000”; a Los Ángeles, California con “Maíz para la gallina”; a la Candyland Gallery en Estocolmo, Suecia con “Instrucciones para un largo viaje”, entre muchos otros lugares, murales y gráficas más.
Síguelos en Instagram como: @lapiztola
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