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Jódete cáncer, un libro humano y necesario con enfoque de género

“Jódete cáncer” es un libro humano y necesario con enfoque de género: este fue el texto que compartí en su presentación en la Pulquería Insurgentes el 11 de octubre de 2022.

Hace un año, casi por estas fechas, vi el reportaje sobre Sandra con las fotos de Sáshenka Gutiérrez en El País. Debo confesar que me impactaron y me conmovieron, en especial la que ganó el premio Ortega y Gasset. Me dio gusto ver un trabajo foto periodístico respetuoso y poderoso sobre el tema.

Fue hasta marzo de este año que el cáncer de mama estuvo cerca: una querida compañera de trabajo fue diagnosticada con la enfermedad. Me quedé atónita con la noticia: su tranquilidad me desconcertaba, yo estaba llorando y lo ocultaba, pero no sabía exactamente qué decir, cómo acompañarla. Solo expresé que ahí estaba para lo que ella necesitara, pero ¿cómo realmente estar para quienes viven este parteaguas de vida, cómo estar sin prejuicios y estigmas, sin cagarla, con más sororidad y menos egoísmo? La enfermedad ajena puede llevarnos a ver nuestra propia fragilidad y la de quienes amamos.

Escribí al Instagram de Jódete Cáncer porque quería que Sandra se compartiera en el espacio que abrí llamado “Mujeres y oficios” en el que hay diálogos sobre género y diversidad desde diferentes lugares y voces. Escuchar su experiencia contada fue profundo y necesario, así como profundo y necesario es este libro que convoca, provoca y evoca.

Hablaré un poco de lo que “Jódete cáncer” dejó en mí al terminar de leerlo, porque cada libro tiene un mensaje, pero su impacto es tan amplio como las personas que lo leen. Si bien el dolor, el amor, la ira, la confusión, la vida y la muerte son universales y humanas, cada quien tenemos una relación con cada momento y sentimiento.

Saber que el de mama es la primera causa de muerte por cáncer en mujeres en México y que la OMS señala que cada año se detectan 1.38 millones de nuevos casos y fallecen 458 mil personas por esta causa son números que no muestra los nombres, las familias, los sueños, las frustraciones, las dificultades económicas, los vaivenes emocionales y el duelo de cada ser con ese diagnóstico.

Estas páginas son más que datos estadísticos ya que son un recordatorio de que la impermanencia es una certeza. “Nunca estoy segura de lo que voy a ser en minuto después”, se lee en la ya pop “Alicia a través del espejo”. Sandra escribe que enfermar es lo normal porque es uno de los precios de estar viva y al leerla el efecto espejo se puede hacer presente: quizá recuerdes esos momentos en los que quizá tu existencia propia o la de los tuyos ha estado al borde de un hilo. A mí me pasó. Ver el reflejo es un acto del cual el resultado depende de tantísimos factores: puede ser embrujo embelesante como le pasó a Narciso o de poder como el de Isis, la diosa egipcia que gracias a él le devuelve la vida a Osiris con la visión ampliada.

Justo en 2020 hacíamos la comunicación para un laboratorio médico en la agencia para la que trabajo. Es titánico lograr que los padecimientos femeninos sean tratados de manera respetuosa, clara y fundamentada, sin estereotipos ni estigmas, desde las empresas y desde los equipos de diseño, redacción, publicidad, etc. Imágenes de mujeres sin cabello o de belleza hegemónica y lazos rosas son las imágenes que aparecen en los bancos de imágenes una y otra vez, haciendo más exhaustiva la búsqueda para lograr otro tipo de mensajes en octubre. Tenemos que resistirnos a seguir esa narrativa simplista, que nos sigue viendo como seres que necesitan la perfección o que no sufren, que no se despeinan, que no se ven en enfermedad.

Foto: Cortesía

Leer a Sandra me hizo confirmar que sí importa que esto se cuide, que a quienes viven esto en cáncer propio sí les importa y que se busque cambiar ciertas prácticas en diferentes estructuras es vital. Hacer que se entienda que hablar de mujeres no es enfoque de género es una labor diaria, cotidiana, desde diferentes espacios de acción. Enfoque de género es problematizar las desigualdades para que estas dejen de existir.

Precisamente, el enfoque de género en las reflexiones y letras de Sandra está ahí con ternura y con crudeza. Las primeras menstruaciones, las relaciones fallidas y machistas, la injusticia de la creencia de que somos “demasiado jóvenes” para lo que sea hasta que somos “demasiado viejas” para todo, el saber que al ser mujer para algunos nunca seremos lo suficientemente flacas, nalgonas, piernonas, amables, directas, sensuales, recatadas y chichonas, porque sí, las chichis son ese universo en el cual cada mujer tenemos una historia y una relación personal y con la otredad.

Estoy de acuerdo con Sandra en que hay culturas y costumbres que enferman, como “la del silencio, la efímera perfección, la culpa y el drama” como apunta porque hoy en día siguen muriendo 11 mujeres por violencia feminicida, porque como escribió Eréndira Derbez, hay muchos machismos que van sosteniendo a otros cada vez más ominosos, porque a las mujeres que hemos sido violentadas, nos cuestiona el sistema patriarcal para el que siempre ha habido y habrá infinitos “peros” sobre nosotras, más si protestamos, si pensamos, si decidimos. Lo que hemos vivido y hacemos público es visto como exageración, temas que deben quedarse guardados por el bien moral o que expresamos porque sentimos despecho y no, ya no nos callaremos. Además, reconstruimos, buscamos otras maneras de relacionarnos, más códigos que contrarresten todo lo que nos enseñaron.

Es un crimen que las mujeres que necesitan atención médica no pueden tenerla en un país lastimosamente desigual. Al ir leyendo la narración de su proceso, entre trámites, subes y bajas, pensé en que así como esa horrenda frase de  que “el pobre es pobre porque quiere” es tan mezquina como la de “se enferma quien no se cuida”, ya que la salud es un proceso social, a veces genético y a veces inexplicable. “Somos sobrevivientes no sólo del cáncer, sino de un sistema de salud pública que nos violenta con su indiferencia” es una aseveración con la que me conecté y que la pandemia descarnó. Mi endometriosis, por ejemplo, fue develada solo después de casi 10 años de diagnósticos erróneos y una ginecología desinteresada que solo nos ve como úteros que no deben cuestionar los mandatos de la maternidad.

“Aún no existe un super alimento que prevenga o que cure el cáncer de mama. Ojalá lo hubiera, porque sin duda estaría patentado por alguien, y ese alguien recibiría el Premio Nobel, y las farmacéuticas se harían millonarias con él en todo el mundo”, también se lee en sus páginas a lo que, desde mi experiencia en el mundo alimentario diría que los más de 91,600 resultados en Google para la búsqueda “alimentos que previenen el cáncer de mama” pregonan falsas expectativas y datos irresponsables.

Pero, como escribe Sandra, no hay que darle gusto a los Procustos, que además de ser personaje mitológico griego, es el nombre de un síndrome de quien boicotea y se deshace de quien sobresale. La realidad es que podemos tener planes y un día todo se rompe y vuelves a empezar desde cero. Me gusta pensar en las tantas vidas que cada quien tenemos y cómo nos reconocemos o no en ellas. Sandra comparte valientemente cómo es otra mujer que se rearma de sus mujeres, de sus quereres, así como de quienes le han provocado incomodidad, porque la desinfluencia también nos hace virar caminos.

Con “Jódete cáncer”, la cuenta y el libro, recordé la primera vez que escuché hablar de Audre Lorde y de cómo la escritura formó parte fundamental en su práctica feminista. Ella se identificó a sí misma como una “guerrera, mujer, negra, madre, lesbiana, poeta”, con todos los vapuleos que cada una de esas identidades conlleva. A su vez, Sandra se borda a sí misma como mujer, creadora, con el corazón que le quedó de frente, pro terapia cuya energía está en compartir. De los ataques y comentarios insensibles, ella hace frente sabiéndose la Sandra que en medio de tanto mal, encontró resurgimientos.

Foto: Cortesía

¿Qué cambiar personal y colectivamente? ¿Qué es necesario desaprender y qué aprender?. Marcela Lagarde en “Claves feministas para la autoestima de las mujeres” unió la mirada antropológica con la de género pues invitó a repensar desde el feminismo al manoseado término de autoestima (que tiene dimensiones personal, íntima y política, y que es social e institucional como lo podemos ver en la obra de Sandra). Esto requiere hablar de auto identidad, pero también saber que se determina por contexto.

El orden patriarcal nos trata como si fuéramos idénticas, “lo femenino”, solo en función a cómo nos definimos por lo que cumplimos para la otredad y en sociedad. La colectividad es importante, pero lo es también entender que somos mujeres con identidades distintas, nunca generalidades ni estereotipos.

La identidad se construye, no es estática ni coherente. Reaccionamos creativamente, los cambios son una constante. Las transformaciones cualitativas ocurren en las crisis. Y es posible hacer cambios personales, pero para desarticular la construcción política de género (y de otras desigualdades), urgen cambios sociales y culturales complejos. Se necesita acción. “Jódete cáncer” es eso, es un detonador.

Cierro diciendo que este libro también es una travesía desde las entrañas, los sueños, los miedos y los aprendizajes de Sandra a quien le agradecemos poner los puntos sobre las llagas que molestan, que supuran y que, en algún momento, pueden cicatrizar. “Las miradas feministas permiten desarrollar una ojeada amorosa a una misma, dejar de rechazar o desvalorizar y situar positivamente a cada una en su historia, en su modo de vivir, en su cuerpo y en su propia vida. Si no es posible lograrlo, algo habrá que cambiar” son letras de Lagarde con las que cierro y agradezco este espacio de reflexión.

En la presentación Sandra expresó la necesidad de que veamos cómo es el proceso real de quienes tienen cáncer de mama. Que desde la observación sin tapujos más puedan sentirse acompañadas, me parece un acto colectivo importante. Así como la fotografía de Greta Rico sobre los partos desde miradas feministas que te platiqué en La Jornada del Campo, las palabras de Sandra y las fotos de Sashe son abrazos y golpes de realidad para generar conciencia y sobre todo, acompañamiento.

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