La tensión entre Estados Unidos de Norteamérica, Canadá y México alrededor del tema del maíz transgénico y el T- MEC ha escalado en los últimos días. Estos son dos puntos clave de lo que ha sucedido:
- Katherine Tai, representante comercial estadunidense, anunció en un comunicado el jueves 17 de agosto de 2023 que recurrirá a un panel para impugnar la prohibición por este tipo de cultivo que México anunció por decreto el 13 de febrero.
“Es fundamental que México elimine sus medidas biotecnológicas incompatibles con el TMEC para que los agricultores estadounidenses puedan continuar accediendo al mercado mexicano y utilizar herramientas innovadoras para responder a los desafíos climáticos y de seguridad alimentaria”, es una de las declaraciones de Tai que se leen en la nota de Isabella Cota en El País.
- Justin Trudeau, presidente de Canadá, dio a conocer este 25 de agosto que se sumarán al panel de controversias iniciado por Estados Unidos respecto al uso del maíz genéticamente modificado en tortillas y masa.
“Las medidas adoptadas por México no cuentan con respaldo científico y tienen el potencial de perturbar innecesariamente el comercio en el mercado norteamericano”, expresó la administración canadiense en el reporte realizado por Karina Suárez, periodista de El País.
Alto a la injerencia de los gobiernos de Estados Unidos y Canadá: Campaña Nacional Sin Maíz no hay País
Al respecto, la Campaña Nacional Sin Maíz no hay país emitió un comunicado de prensa, también fechado el 25 de agosto, en el que el mensaje es: “alto a la injerencia de los gobiernos de Estados Unidos y Canadá”.
Este documento expresa:
“Enfrentamos lo que se anunciaba desde la firma del TLCAN (hoy T-MEC): la imposición de decisiones que beneficien a Estados Unidos y Canadá a través de la extracción de bienes comunes y de modelos que responden a sus intereses económicos sin respetar las necesidades y decisiones de México. Se trata de estar por encima de la autonomía esencial de una nación, de su soberanía.
Desde la firma del TLCAN, en México se modificó el modelo agroalimentario, lo que ha tenido graves consecuencias como una mayor migración, epidemias de obesidad, diabetes y otras enfermedades vinculadas al consumo masivo de alimentos chatarra producidos por industrias que sólo buscan ganancias, así como una fuerte crisis en el campo que nos vuelve dependientes de las importaciones de productos básicos como el maíz amarillo, provenientes de una elite de productores beneficiados con subsidios millonarios por parte del gobierno de Estados Unidos”.
En sus líneas responden, entre otros temas, a las declaraciones de Tai: “son esas herramientas innovadoras las que tienen al planeta al borde del colapso ambiental. Frente a ello, los datos evidencian que la mayor parte de los alimentos son producidos por la agricultura campesina de pequeña y mediana escala. Y que, mediante políticas públicas adecuadas, esta agricultura puede convertirse en la verdadera alternativa para la producción de alimentos, para el arraigo de las comunidades en sus territorios, y para la protección de la biodiversidad y de la salud ambiental y humana”.
A tomar en cuenta: soberanía alimentaria
Es importante destacar que el decreto en el Diario Oficial de la Federación en materia de glifosato y maíz genéticamente modificado, prohíbe el uso de maíz genéticamente modificado para la masa y la tortilla, es decir, ese un componente importante: la decisión soberana de un país por alimentarse como mejor le parezca, como mejor lo decida.
“Lo anterior, no representa afectación alguna al comercio ni a las importaciones, entre otras razones, porque México es de sobra autosuficiente en la producción de maíz blanco libre de transgénicos. De lo que se trata es de consolidar tal soberanía y seguridad alimentaria en un insumo central en la cultura de las y los mexicanos. En cuanto al uso de maíz genéticamente modificado para el forraje y la industria, se elimina la fecha límite para prohibir su uso, quedando sujeto a que exista suficiencia en el abasto. Se instalarán mesas de trabajo con el sector privado nacional e internacional para lograr una transición ordenada”, se lee en él.
El derecho a una alimentación adecuada comprende los aspectos cuantitativos, cualitativos y de aceptabilidad cultural, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.
La soberanía alimentaria tiene como objetivo devolverle a las personas la capacidad de decisión y control de lo que llevan a la mesa y que esto esté por encima de los grandes agroindustriales y sus intereses económicos. Nuestro país cuenta con 64 razas de maíz, de las cuales 59 pueden considerarse nativas. De ahí lo vital de la conversación y lo profundo de esta controversia.
Los transgénicos no son un tema dicotómico ni sencillo
Si existe un tema polémico y que debe explicarse de maneras claras y menos dicotómicas es el de los transgénicos. Los investigadores Antonio Turrent Fernández, José Cortés Flores, Alejandro Espinosa Calderón y Hugo Mejía Andrade publicaron en 2010 el artículo “¿Es ventajosa para México la tecnología actual de maíz transgénico?” en la Revista Mexicana de Ciencias Agrícolas, en el que concluyen que la siembra a escala comercial de maíz transgénico en México afectaría a su biodiversidad al poner en riesgo la viabilidad de las plantas y su adaptación al agroecosistema.
Y en el texto “El maíz transgénico, la soberanía alimentaria y los derechos humanos en México” de Gisselle García Maning, maestra en derecho ambiental, de 2015, se lee:
“A nivel científico hay una gran complicación para determinar riesgos inequívocos aparejados al maíz transgénico (y en general, a todos los OGM) debido a que existen diversos estudios que en ocasiones pueden llegar a contradecirse o retractarse, incluso en las investigaciones científicas de más alto nivel”.
Otro ejemplo son las declaraciones de Francisco Bolívar Zapata, investigador del Instituto de Biotecnología de la UNAM, que en su conferencia Biotecnología: Organismo transgénicos, sus grandes beneficios y la ausencia de daño en 2017 expresó que si bien no hay evidencia científica de que los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) causen daños a la salud, “México debe estar atento, preocupado y ocupado por su soberanía alimentaria. Se deben buscar las estrategias y los mecanismos para depender cada día más de nuestras propias capacidades y menos de las compañías transnacionales, que hoy son dueñas de las semillas de maíz transgénico y, también, de una proporción importante de las semillas híbridas de maíz convencional (no-GM) que más se utilizan en el país”.
¿Por qué debe importarnos este caso y su devenir?
Recuerdo que a finales del año pasado conversé con Cristina Barros, investigadora alimentaria, sobre la certeza de que esta situación internacional se recrudecería. Ella decía bien que, por fortuna, hay una acción colectiva poderosa, dispuesta y preparada para luchar y evitar atropellos. Esto no es un tema de nacionalismo sin sentido, es en realidad una filosofía de defensa humana hacia lo esencial, lo que nos da vida, lo que nos constituye y lo que deseamos en un futuro.
Personalmente, llevo 15 años escribiendo sobre el tema, pero hay gente que lleva toda una vida, que lleva generaciones en la defensa del territorio. Los ciclos agrícolas lejanos a la visión agroindustrial, entienden de la salud del ecosistema desde la preparación de la tierra hasta la cosecha.
Los maíces nativos son un universo en el que convergen las lenguas originarias, los núcleos familiares y la participación colectiva en las actividades del campo. Están presentes la organización civil, los animales como parte necesaria en la labor, los derivados del maíz o la milpa, hay importancia de la selección de las variadas semillas nativas y los procesos tan diversos de nixtamalización y transformación culinaria, en los rituales y celebraciones en honor a algo trascendental.
Recordé también lo que me dijo la creadora y documentalista Teresa Camou:
“Al hacer Sunú me topé con las dos visiones de México. El campo está jodido porque no hay conexión ni apoyo. La gente se chinga un chorro y trabaja, aunque no sabe realmente cuanto trabaja. Se levanta de sol a sol para poder comer, cosa que nosotros no hacemos. Allá hay una sincronía con la vida pues tienen relación con lo que siembran y comen. Y siempre he notado que la gente allá es realmente feliz, a pesar de todo. Pero, si les quitan sus tierras y su sustento, ¿qué pasará después”.
A su vez, Alberto Cortés en El maíz en tiempos de guerra, reflejó en su documental el panorama:
“Hay un racismo muy fuerte hacia el mundo indígena que no reconocemos, sobre todo en las ciudades. Es tremendo: sigue esa visión de decir que son nuestras raíces, pero a la hora de la verdad se les quiere hacer a un lado”.
Ejemplos sobran y el llamado en este momento es a reflexionar: ¿de verdad todo lo que existe debe ser sujeto a una comercialización a gran escala, a ser visto como propiedad privada, como algo sujeto a generación de patentes, a un acaparamiento voraz de los bienes colectivos por parte de empresas trasnacionales? Pienso y estoy convencida de que no. Los maíces tienen un legado de alrededor de diez mil años de adaptación humana y son parte de un sistema de cultivo resiliente y creativo. Que las lógicas necrocapitalistas y expansionistas de algunos no nos nublen la visión alrededor de una herramienta que tenemos y es esencial: nuestra comida es política y debe ser libertad.
Urge conciencia para que todas las personas entendamos que las políticas públicas deben garantizar nuestra soberanía alimentaria y el derecho a una alimentación adecuada, estas son esenciales en un país. Tampoco hay que olvidar que México es centro de origen y diversidad genética de este grano milenario. La resolución de este panel para impugnar la prohibición se dará a conocer en el transcurso de 2024 y hay mucho camino aún por recorrer. Sigamos conversando.