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Textiles, tradición y presente vivo en México

Textiles, tradición y presente vivo en México

Los textiles son testimonio del tiempo, la naturaleza, la geografía, las culturas y las familias. Son multisignificantes pues, además de ser prendas para el vestir cotidiano, pueden representar lo que se valora y se usa para ocasiones especiales. Son creatividad, imaginario e innovación.

Rodrigo Hernández Quero y su familia son artesanos zapotecos en Mitla, Oaxaca. Trabajan el telar de pedal y el tejido más difícil que conocen desde hace generaciones es la «tela de maíz» que se utiliza en el traje de boda femenino. Él explica que en los diseños de esta manta roja intensa con motivos negros se representan los granos de las mazorcas, la planta de frijol, las grecas de su zona arqueológica y el ciclo de la vida.

Cuando es de lana, su precio es de seis mil pesos, pues se tiñe con grana cochinilla. La hacen con algodón para quien la quiere menos pesada. «No es lo que cuesta, sino lo que vale: aquí está parte de nuestra cultura y nuestra vida», dice Rodrigo. Para distinguir los de calidad de los que no, hay que tener más «colmillo», ser más observadores y platicar con la gente, no solo pensar en cuál está más barato.

«Es tan impresionante la falta de información sobre el mundo artesanal que cuando venden un objeto se les regatea, ya es la costumbre. Yo quisiera preguntarle a todas estas personas si cuando van a comprar a cualquier supermercado o tienda departamental lo hacen», opina Walther Boelsterly, director del Museo de Arte Popular (MAP) en la Ciudad de México.

Rodrigo está de acuerdo en que hace falta generar conciencia y fomentar más respeto a esta labor. «Una vez dimos un taller y escuchamos como un padre le dijo a su hijo que estudiara si no quería subirse en estos ‘palos’, refiriéndose despectivamente al telar. ¡Esto es lo más extraordinario! Si yo volviera a nacer elegiría hacer lo mismo», confiesa.

Otro reto es dar a conocer que biodiversidad y artesanía viven en simbiosis, y para su continuidad deben existir legislaciones que protejan al medio ambiente y que unan a profesionales y organismos multidisciplinarios, enfatiza Walther. Un indicio para calcular la diversidad artesanal: México ocupa entre el cuarto y quinto lugar a nivel mundial en diversidad biológica.

«Cuando hablamos de un cinturón piteado se asocia con los charros, pero en realidad hay sillas, fundas de machetes y más bordados gracias a la pita, que es una de las fibras naturales más fuertes que hay en el mundo y proviene de un agave silvestre que se está acabando. Eso encarece el producto y cada vez quienes la manejan son menos», cuenta.

La palabra «patrimonio» puede sonar ambigua, pero una mejor forma de entenderla es observando y conociendo el trabajo que realizan los artesanos de norte a sur en el país, que son un poco más de 12 millones, incluyendo la rama de los textiles y quienes están asociados a ella.

La riqueza es amplia: basta con observar los huipiles de matrona, tejidos en telar de cintura y brocado con lana teñida con tintes naturales por Petrona Pérez Guzmán, originaria de Teneja, Chiapas, o los quechquémitl de lana, obra de Emelia Beltrán de Ixmiquilpan, Hidalgo, entre otros tantos que fueron parte de la exposición «México textil» en el MAP.

Además de las legislaciones, la desinformación y el desinterés del consumidor, hay otros retos. «¿Cómo le vas a pedir las mismas condiciones a una persona con un domicilio fiscal en una ciudad que a una familia de artesanos que vive en la Sierra Tarahumara, que no tiene agua y luz? Hay que tener sentido común: hay clasismo y racismo en este aspecto y si queremos vivir en un país equitativo, debemos serlo con todos», añade Walther.

El trabajo contemporáneo conjunto con diseñadores es una arista actual. Rodrigo trabaja con Vianney Méndez, quien diseña joyería y ropa con las telas que los Hernández elaboran. «Platicamos con varias familias y solo ellos se animaron a hacer equipo con nosotros», dice esta oaxaqueña. El esquema de pago justo y respeto es la clave para la unión de saberes tradicionales y modernos.

Pero el plagio está a la orden del día: el sonado caso de la francesa Isabel Marant y los patrones mixes es solo una muestra. Walther expresa que hay negocios que se aprovechan de un diseño comunitario para copiarlo. «Hay que dar crédito y pagar lo que se debe, así como debería existir algún control por parte del gobierno. Y se necesita conciencia del público: es su decisión comprarle a quien lo hace bien o a las cooperativas», apunta.

«No debemos olvidarnos que el textil es uno de los rostros más importantes que tiene México, en términos artesanales y de arte popular, y se nos esta perdiendo rapidísimo, se nos está yendo de las manos y en cada uno hay responsabilidad», concluye.

Este artículo se publicó en el impreso del periódico El Universal en el especial de septiembre de 2018 y fue editado para la publicación en este sitio web. Todas las fotos son de Mariana Castillo.

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